lunes, 31 de marzo de 2014

POEMAS DE HÉCTOR J. DÍAZ. (PARTE 3)

 




Contraste

Ella fue en mi existencia todo amor, todo anhelo
Al rosal de mi vida dio calor y ambrosía;
Mientras tuve sus ojos yo no quise ver cielo
Y lejos de su lado para mí nada había…
II
Fue motivo y principio de mi único desvelo
El porqué de mi vida sin sombras ni agonías.
Yo soñé con estrellas por adornar su pelo,
Y solo me hice bueno porque ella me quería.

III

Hoy cruzamos la vida por opuestos caminos
Yo triste y ella altiva, con arrestos felinos,
Que una estela de asombro no dejando al pasar.

IV

Con amor todos dicen… Es un ángel del cielo!
Y a mí que , voy muriendo, porque ella fue mi anhelo
Me dicen, sin embargo… Un despojo del mar.



Como la he visto

Así.. Como el descuido de las mozas del campo,
Jugueteando al desgaire su cabello de oro,
dando al aire su risa de pájaro sonoro,
la encontré esta mañana, del solo al primer lapso.

II
Vaporosa, fragante , tras la seda imprecisa
con que cubre las formas de su cuerpo de leda.
Ese cuerpo, cual una fusión de lirio y seda,
hacia grácil contraste con su verde camisa.

III
Así tan descuidada, pero llena de lumbre
y sin vanos afeites, como flor que en la cumbre
del rosal resplandece con su propio color,

IV

La he contemplado atento pero no sabe ella
que temo que el encanto de mirada tan bella
se deshaga al designio de su infiel tocador.


Corazón cobarde


Pobre infeliz, tu palpitar la nombra;
Ya no puede ser libre porque es tarde
Avecilla sin fuerza, león de alfombre;
Eso te has vuelto corazón cobarde,

II

Cóndor sin alas, tu importancia asombrosa,
En ti la llama del valor no arde,
pobre reptil que en su ruindad s escombra
eso te ha vuelto , corazón cobarde,

III

Siempre sufres por ella y no la odias
Yo reniego de ti porque te agobias
Mientras ella, de fuerzas hace alarde.

IV

Y quisiera arrancarte de mi pecho
Y arrojarte a los perros, ya deshecho

martes, 25 de marzo de 2014

Poemas de Héctor J. Díaz (2 entrega)



Alma adentro

Las nubes formaban arabescos grises
en el fondo de  un cielo azul claro…
Esta noche más cosas son más tristes
Estoy pensando…

Voluble, caprichoso y libertino,
jugué a la mala con la vida..
Fuerte, despreocupado, equivoqué el camino
y equivocado confundía la suerte

Pisoteando creencias y deberes,
desboqué el potro de mis mocedades.
Bebí inconciencias, inventé placeres,
azucé instintos y dormí ansiedades.

Hombre a destiempo, desprecié el descanso
y enlodé el alma por vivir a prisa.
Preferí ser torrente a ser remanso
y fui  tormenta en vez de mansa brisa.

Por eso en cada esquina de la vida
me jugó al escondite la fortuna.
Cuantas veces amé, sangró un herida.
Cada vez que besé lloraba alguna.

Y ya todo pasó, más… meditando.
porque mis cosas hoy están más tristes,
en el remordimiento estoy pensando…
Que por mi culta son mis horas grises…
y casi estoy llorando.


Como yo te quiero

Cómo te quiero yo? Yo no podría
decir cómo te quiere…Amor de hombre
con suavidad de niño y poesía
del más intenso madrigal sin nombre.

Cómo te quiero yo? … Yo no podría
decir cómo te quiere... Amor de loco
que tiene sutileza de elegía
que tiene ira y espasmo…Todo un poco.

Yo no lo sé decir, a veces siento
como un gran miedo de quererte tanto…
me hiere el roce, me conturba el viento
y hasta me asoma el llanto.

Otras veces me asomo a mi interior
y siento como ganas de reís
ansias de hacerte mi canción mejor
darte un beso en los ojos y partir

No sé cómo te quiero , pero siento
que vas en mi prendida sin cesar…
que doy mi vida, alma y pensamiento
por no verte llorar.



Cumbre y abismo

Me incendiaste…  Me envolviste;
Fuego torrente, mar y sol;
flor de luna, cielo, estrella;
Todo me distes.
Amor.

Unos ojos: soles vivos;
Unos labios; fuego y sangre
Unas carnes; flor de luna
y primavera en el alma…
Fuego, torrente, mar, sol;
Todo me distes, amada.
Todo me distes, amor…

II

Al fin: Sombra, nieve, lágrimas
Pedazos del corazón;
Flor de tumba deshojada,
una fuga de esperanzas,
Eso me dejas.. Amor

Traición, dolores, hastío
Amor que fuiste tan grande!
Ayer luz; hoy noche negra
Como manchaste mi vida!
Gota de sangre vertida
Sobre un pañuelo de fiesta!

lunes, 24 de marzo de 2014

HECTOR J. DÍAZ

A raíz de la primera edición de El Violín de la Adúltera (Norma, 2007), Giovanni Di Prieto -crítico italiano que usa bisturí impiadoso en sus incursiones en nuestra literatura, tal su libro Las mejores novelas dominicanas- emitió buenas calificaciones sobre la obra novelística de Andrés L. Mateo. A quien ubica entre nuestros diez mejores escritores, "por su narrativa y crítica social", enfatizando el manejo de la trama, los personajes, la narración y el estilo. Que a mi juicio rezuma poesía de la mejor -una característica que aprecio en la buena novela, desde Proust a Cortázar- cultivada en sus inicios literarios por Mateo, cuando blandía armas ideológicas en el grupo La Isla, surgido tras el fragor de la pólvora de abril del 65.
El Violín cuenta las tribulaciones existenciales llevadas en un Diario por Néstor Luciano Morera, un apacible oficinista de La Voz Dominicana, la planta tele radiodifusora que pautó el gusto musical y artístico en los años 50. Creyéndose un virtual cornudo, atormentado por notas anónimas que le llegan a través de Elso -mensajero y confidente, "maricón de carroza", negro, feo y tuerto, servidor de Belié Belcán. Notas indiciarias de la infidelidad de su esposa Maribel Cicilio, hija de Luigi y Laura. Italianos que recalaron en el país, él real vendedor de cuadros a domicilio. Ella relatora en el hogar del proyecto migratorio que los arrojó a estas tierras, en ruta hacia Brasil o Argentina, quedando varados. Y de la historia del violín de Cremona, reliquia traspasada entre generaciones por los Cicilio, cuyo dominio nunca alcanzó Luigi. Cifrada ahora la esperanza en Maribel, a quien los vecinos nunca escuchan emitir una sola nota.
Ella toma lecciones con el profesor italiano Casteleiro, sospechoso de encornar a Néstor, según un apócrifo comité de moralidad barrial. Su perfil corresponde al violinista español Aris Bueso, especie de estampa antigua, vestido a chaleco, corbata de lazo, peluquín aceitado y chorreante tinte negro, músico de planta de LVD. Ejecutante del lagrimeo de cuerdas que suena en Mi Debilidad y Tú no tienes la culpa, dos éxitos medio amargue del pianista y cantautor Aníbal de Peña. El nombre sacado del pianista y director cubano Yoyo Casteleiro, usado como prueba fonética de dicción en la escuela de locutores.
En la oficina donde discurre amodorrado el licenciado Néstor, encabeza Pericles Santamaría, fiel administrador sometido a los caprichos del mayor J. Arismendy, usuario de la fusta disciplinaria. Gestiona el arbitrario sistema de multas, degradación, suspensión y despidos del dueño de la empresa. Siempre atento a sus mandatos, escenifica un patético episodio de violencia de género. Allí también labora Ligia, la de las tetas espléndidas goloseadas por Néstor como un obscuro objeto del deseo. Soprano operática con papel estelar en La Traviata de Verdi. Sus tetas cobran vida propia y pautan la rutina burocrática de Néstor, quien desliza la mirada indiscreta sobre los pletóricos y apetecidos pezones rosados, cada vez que ella lleva unos papeles al escritorio y la inclinación del torso deja ver. Santamaría sugiere un noviazgo con el poeta Héctor J. Díaz.
Ello nos remite al mítico poeta, una deidad popular del romanticismo de los 40/50, a quien acude Néstor en busca de consejo, de la mano de Elso. Sus versos pusieron alas a boleros pulsados a media voz por Lockward o cantados a dúo por Fellita y Colás. Rodaron por el mundo en el merengue El Negrito del Batey, pregonados con desparpajo y bembeteo por Beltrán y Celia Cruz con la Sonora y por los Matamoros. Arrullaron tardes de radio, alternando el romance con creaciones de Buesa, Fiallo, Miller, Gutiérrez Nájera, Nervo, Darío, Bécquer. Ídolo de los medios de comunicación, marcó época, patrocinó artistas como Kalaff, Brens, Cabrera. Rey en la radio hizo de El Trocadero, en el corazón de Villa Francisca, el ombligo del mundo de la bohemia de Ciudad Trujillo. Donde libaba, filosofaba, trovaba, declamaba, leía el tarot del amor a las almas acongojadas, trazaba versos, y volvía a libar hasta la inconsciencia. Como sólo saben hacerlo los hijos privilegiados de Baco.
Falleció en New York en 1950 a los 40, en el cénit de su carrera, trunca tras un amor que se escapaba. "Entre tu amor y mi amor/ clavó sus garras el orgullo/pues como la hierba mala/se sembró en mi corazón". Mateo lo incorpora con plenitud de credenciales en su novela, dejándole ser, sin afeites, en sus dominios principales. A ese que al decir de Mieses Burgos: "Él era él en él mismo". Animador cultural del Partido Dominicano, llevó por los pueblos el mensaje del buen arte, folklore incluido, aupando nuevos valores, usando conchas acústicas y auditorios construidos en los locales de ese partido único, tan musical.
La prostituta Mercedes Mi Gusto, sacerdotisa del rito de iniciación sexual, oficia desvirgando a la muchachada del barrio. En Néstor narrador, la graduación de hombre fue frustrante, el ánimo marchito, desgonzado el instrumento, en shock ante la exposición frívola del cuerpo femenino en su desnudez dispuesta y veterana. Repertorio de imágenes que contrastaría con el candente episodio registrado en pleno banco eclesiástico, durante la misa de domingo, cuando Maribel descorrió su bragueta para atenazarle el tizón adolescente y provocarle el clímax celestial. Fue la primera vez en su vida que exclamó, "¡Oh, Dios!"
Hubo además "amores de estudiantes, flores de un día son", como decía Gardel. Mientras cursaba derecho en la universidad, Néstor conoció a Margarita Dalmau, relación efímera al abandonar la joven el país junto a su familia, por problemas del padre con el gobierno. Quedó la huella tierna de los paseos por Mata Hambre. Y una carta con beso estampado dejada en un libro, que al caer en manos de la esposa Maribel, convirtió a Margarita en gallina mascota. Interpuesta entre la pareja, su sombra se desvaneció al morir la gallina que todo lo estropeaba en el hogar.
Desde el párrafo inicial las ciguas ejercen función anunciadora: "Una bandada de ciguas entró y salió del espejo, mientras leía el primer anónimo en el que me comunicaban que mi mujer me estaba pegando los cuernos". Como sinónimo de anónimos seguirán apareciendo reflejadas en el espejo memorioso del Diario, que a manera de flashbacks utiliza el narrador para bucear en las aguas del tiempo, contrapunteando pasado y presente. Mientras las mariposas de San Juan que llegan en parvadas, adornan multicolores la atmósfera tranquila de Ciudad Trujillo.
El ambiente de la novela es LVD y su entorno. En el que se hallan los colegios Ma. Auxiliadora, de niñas, y San Juan Bosco, de varones, con la iglesia en un ángulo, salesianos como el arzobispo Ricardo Pittini. Allí conocí al autor. Ambos éramos mozuelos y asistíamos a misa diaria matutina y rezo vespertino, más servicio dominical obligatorio. Yo cumplía con el deber religioso con poco entusiasmo. Él junto a otros colegas -hoy profesionales meritorios- tragaban ostias como yo tostones. Como en la salsa de Blades tributo a monseñor Romero, en la que "suenan las campanas otra vez", era monaguillo Andrés. Atildado, aplicado, obediente, católico observante. Una oveja del rebaño que apuntaba a ser pastor. Pero debajo se ocultaba el zorro, que luego devoró a la oveja. ¡Oh, Dios!, exclamo yo. Por tu misericordia hoy tenemos un escritor de raza, dotado de talentos múltiples.
En El Violín se siente esa atmósfera de sacristía con incienso, a veces pecaminosa, oportunidad para el contacto furtivo adolescente, en las filas hacia el confesionario o para recibir la ostia o llevar flores a María. Uno toca la presencia del padre Vicente, un polaco excelente profesor de Álgebra que parecía rudo sargento nazi -organizador de generosas excursiones a las playas-, cuando nos pillaba debajo del ilán ilán de la Dr. Delgado a la espera de las muchachas del Ma. Auxiliadora: "Los atrapé, los per(r)ros detrás de las per(r)itas". O al singular Carrillo, un cubano enamorado que me hizo "carita" debido a mis tres hermanas. Ni hablar del buenazo de Andrés Nemeth y el querido Enrique Mellano.
Vibra en El Violín la escuela de arte popular que fue LVD, un complejo legendario que contaba con orquestas, conjuntos folklóricos, tríos románticos, cuerpos de danza, cuadros teatrales, cantantes, locutores, guionistas, arreglistas, academias de canto, baile y locución. Radio, TV, teatro al aire libre, cine, night club y casino. Una meca -nuestro pequeño Hollywood o Estudios Churubusco o Cinecitta. Festejante de su Semana Aniversario en grande, con la llegada de las más rutilantes estrellas, mariachis, orquestas y comediantes del momento. Resalta la novela el aporte de México, su cine musical y los ídolos que visitaron el país. Pedro Infante, "un ángel el que le clarineaba los tonos, y el mismo Dios le ayudaba en el falsete encantado". Tony Aguilar, regalándole un sombrero a Angelita Trujillo. Amalia Mendoza, La Tariácuri, a quien Néstor sostuvo el sombrero y encontró hombruna. Tin Tan, el cómico pachuco. El tenor Pedro Vargas -"muy agradecido". Suena Amor Perdido en la voz jarocha veterana de Toña la Negra ("qué viva el placer"), y marca horas El Reloj de Cantoral pegado por Lucho Gatica.
Pero lo mejor es el final. No son los trucos enigmáticos de Agatha Christie que desembocan en el menos esperado tras la inculpación de casi todos. La sustancia de El Violín de la Adúltera está en el ritmo -a lo suspense del cine de Alfred Hitchcock. Un filosófico Néstor decide vivir como los griegos "la eternidad del instante". Si el problema está en la liebre, mata la liebre, diría yo. Y es lo que hace el atormentado personaje. Va a los riscos del mar Caribe, en el Malecón, y arroja con todas sus fuerzas el último anónimo recibido sin leerlo junto al violín de Cremona de Maribel. Y se sintió feliz. Tanto que se prometió volver a los acantilados del mar Caribe para "arrojar también este Diario". Algo que ciertamente no ha cumplido, para darles a ustedes la oportunidad de leerlo. Afortunadamente.

JOSÉ DEL CASTILLO

POEMAS DE HÉCTOR J. DÍAZ






HÉCTOR J. DÍAZ

Ansias

Si yo pudiera empezar
a vivir la vida mía,
cuantas cosas te daría
que ahora no te puedo dar…
II
Las creencias que perdí
los ídolos que adoré,
las mil veces que lloré
y las veces que mentí…

Las razones que olvidé,
los dolores que sentí,
y las hieles que bebí
y las noches que soñé…

III
Si yo te pudiera dar
lo que hace tiempo perdí
no tuviera hoy que anhelar
lo que anhelo para ti…

Bondad, ternuras, amor…

Lo que hoy no te puedo dar
solo me queda un dolor
que tú no puedes llevar…


Angustia

Me circunda el vacío que me dejo tu ausencia,
se tragó la distancia nuestra tranquilidad
Y dada vez que pienso que quizás no me acuerdas
me anidan unas ganas muy grandes de llorar.

II

Cada Mujer que pasa me recuerda algo de ella
cada perfume extraño me recuerda su olor
parece que me mira desde cualquier estrella
que angustia da el recuerdo,
que angustia da el amor.


Alegría! Alegría! Porque ya no la quiero,
porque ya no la guardo dentro del corazón,
porque ya su recuerdo es lejano lucero
en la concha infinita de mi imaginación

II
Alegría! Alegría! Ya no estoy prisionero,
en las redes malditas de su ingrata pasión,
Ya no soy avecilla que llegó hasta su alero
que ella tuvo en sus garras y mató su ilusión

II
Ya, Señor, estoy libre, y de si acaso algún día,
por ser ella mi anhelo, mi ilusión y mi guía
dejare de quererte con cristiano fervor.

IV
Perdóname  y si justo castigándola a ella,
porque tanto la quise mi dios y era tan bella,
que no me daba tiempo de tener otro amor

Alcohol

No sé quién soy; segundo de mí mismo,
otro yo que el alcohol reconstruyera
o  émulo que surge de un abismo,
con fe de loco y con flexión de fiera…

Ansias de ser ciclón o cataclismo
que a cenizas el mundo redujera,
y por medio mágico exorcismo,
unir los mares y aplanar la esfera.

Todo me siento ser; cóndor furioso
que en su ascenso raudo y poderoso,
entre garras desmenuza el sol

O bien gigante de acerado brazo
que vuela mundos con desembarazo
todo me siento por el alcohol.

Altivez

Si crees que tu desprecio me hace estragos
te equivocas… y mucho te equivocas
pues yo tomo el acíbar trago a trago
y no hay amargo tal para mi boca

Es mi orgullo broncíneo monumento
que jamás en mi vida se derrumba
y es el lema de mis nobles sentimientos
llevar mi orgullo intacto hacia la tumba.

Yo salvo los abismos más horribles
y jamás me intimidan los desprecios
Ódiame, o maldíceme, es un delirio
y creer que yo sufra  es ser muy necio.

Yo no me quiero que tu vuelvas a mírame
ni tampoco que vuelvas a quererme
Solo quiero que pienses en odiarme
que ya mi amor, en el sepulcro duerme.

MERENGUE ESCRITO POR HÉCTOR J. DIAZ: "MAL PELAO"

EL NEGRITO DEL BATEY

CASANDRO FORTUNA LEE POEMA DE HECTOR J. DIAZ